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domingo, 18 de enero de 2015

Caribe panameño (Panamá)

Panamá no nos ofrecía a simple vista grandes atractivos, pero habíamos escuchado hablar de varios lugares paradisíacos que no debían dejar de visitarse. De todos, elegimos dos destinos caribeños, Bocas del Toro y el archipiélago de San Blas. 
Viajamos a Bocas del Toro directos desde la frontera nicaragüense. Una vez más, pudimos enlazar los transportes milagrosamente para llegar en el mismo día, lo cual no es ninguna tontería. En esta ocasión, la frontera fue ligeramente más complicada, pero nuestro "papel de salida hacia Colombia" y un poco de conversación fueron suficientes para colarnos en otro país. 

La llegada a Bocas cubrió las expectativas. Navegar entre islas e islotes frondosos recubiertos de vegetación, dejando a un lado y a otro marañas de jungla y playas bañadas por grandes olas, es una sensación inigualable.

Pasamos dos días en la isla principal, isla de Colón, un mundo de surfistas hecho a su imagen y semejanza. Un pueblo con aire caribeño y multitud de locales turísticos. Aún así, en cuanto te adentras algo más, puedes descubrir un ambiente más autóctono en el cual el guari-guari (mezcla de inglés y español) es la lengua local. Más en el interior, la vegetación vuelve a cubrirlo todo, y una sola "carretera" atraviesa la isla hasta la playa Bocas del Drago, que de playa tiene poco ya que, al menos en esta época del año, las olas acarician las palmas y palmeras, sin dejar siquiera un espacio para caminar. Conseguimos llegar a la famosa playa Estrella. Debe ser por las lluvias que estaba habiendo, pero el agua estaba bastante achocolatada, por lo que no se veía ninguna estrella. Por lo demás, el hecho de que los manglares y la vegetación se unieran con el mar, le daba un aire salvaje y diferente que nos gustó mucho. Tras esta visita, las nubes se cernieron sobre nosotros y no dejó de diluviar el resto del tiempo. 





Al tercer día, cambiamos de isla y nos fuimos a Bastimentos. Aquí está la famosa playa de la Rana roja (Red frog beach) donde ya habíamos leído que la rana es prácticamente imposible de ver. Nuestra idea era acercarnos de todas maneras. Hay dos accesos, desde el pueblo de Bastimentos, uno, caminando, inviable estos días ya que debido a las fuertes lluvias el camino estaba enlodado e inundado, y el otro por lancha, también inviable debido al intenso oleaje!!!! Con todo esto, encontramos un hostel  "El Jaguar" que nos gustó mucho. Un lugar acogedor y limpio, cuyo dueño fue más que amable. Le comentamos nuestro interés por ver a la ranita roja (Srawberry poison red dart frog o rana flecha roja) y, pese a lo inclemente del tiempo, "su" capitán, nos llevó a una finca donde ellos sabían que había ranitas y... conseguimos verlas!!!!! Ese día de lluvia continuada nos llevó a descansar unas horas, contemplar los colibrís que iban y venían, y a conocer a los huéspedes del hostel, que resultaron ser un grupo entrañable y variopinto con el que pasamos esas largas horas compartiendo bebida, conversando, riendo e incluso celebrando un cumpleaños, y de donde sacamos algún "amigo oficial" y que nos hicieron recordar aquel día como uno de los mejores del viaje.




De ahí, aunque no estaba en nuestros planes, decidimos pasar por Ciudad de Panamá. Además de que era paso obligatorio para movernos hacia San Blas, se encontraban allí unos amigos que hacía tiempo que no veíamos y que nos acogieron en su casa. Llegamos tardísimo, ya que la combinación de lanchas y buses esta vez no nos fue tan favorable, y tuvieron que buscarnos a la estación ¡a las doce de la noche! Al día siguiente nos llevaron a ver el "mercado de la fruta", lugar donde parece ser que va casi todo el mundo por ser el lugar de mejor relación calidad precio de la fruta y verdura, y pese al aspecto a la entrada, con una montañita de basura como recibimiento, pudimos ver después que era un mercado no sólo enorme, sino bastante ordenado y limpio, en comparación con otros en los que hemos estado. Además, también probamos el jugo de caña de azúcar, recién exprimido, muy refrescante, y muy dulce. 



Después, fuimos a comer un exquisito ceviche al puerto, donde nos pusimos morados, y más tarde a conocer el casco antiguo, que está muy bien conservado-restaurado y nos gustó bastante. Acabamos el día tomando unas copas.





Al día siguiente, tras un buen madrugón, nos preparamos para ir a San Blas, archipiélago propiedad de los indígenas Kuna Yala donde para acceder, has de pasar una pequeña "frontera" (sin pasaporte no entras) y por supuesto pagar un impuesto. Ellos tienen autonomía dentro de Panamá, sobre todo en cuanto a la regulación del turismo. No permiten la entrada de inversores extranjeros, y las islas no pueden venderse a los no-kunas. Este conjunto paisajístico es un pequeño paraíso de aguas transparentes, turquesas y esmeraldas que acarician islotes de arena blanca coronados de cocoteros. Las construcciones son en su gran mayoría cabañas y uno de los principales empeños de los kunas es conservar este idílico lugar sin alteraciones durante muchos más años. 




Después de estos intensos días, tomamos finalmente un ferry desde la ciudad de Colón que nos transportó, en 18 horas, hasta Cartagena de Indias. 

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