Nada más cruzar la frontera con Croacia, nos dimos cuenta de que Eslovenia sería un país que nos iba a gustar. El paisaje que se abrió ante nosotros era particularmente bonito: frondosos bosques cubrían las montañas y, ahora sí, aparecían pueblos muy acogedores a lo largo de la carretera. Según avanzábamos por el país, las montañas se hacían cada vez más altas hasta que llegamos a nuestro destino en los Alpes Julianos.
Nos establecimos en Bled para pasar unos días y recorrer la zona. El lugar parece sacado de un cuento: el lago con su isla, el castillo sobre un cerro... y todo rodeado de inmensas montañas. Es difícil describirlo con palabras.
Las proximidades a este pueblo nos parecieron increíbles y la verdad es que pasamos unos días muy divertidos recorriéndolas tanto en coche como a pie. Pudimos descubrir un hermoso lago glaciar rodeado de majestuosas montañas de más de 1500 metros, cascadas, diversos ríos que a su paso por las entrañas de las montañas formaban horadadas gargantas e increíbles vistas de los Alpes desde lo alto de una estación de esquí.
Otro lugar que visitamos fue el valle del río Soča, que aunque en el mapa parecía estar cerca, tuvimos que salir de Eslovenia, cruzar algo de Austria e Italia para volver y llegar al pueblo de Bovec, aunque la carretera fue muy entretenida.
El río, de color esmeralda, discurre entre montañas si cabe más imponentes que las anteriores con picos recortados custodiando el valle. El lugar es una maravilla para los ojos y un sueño para los practicantes de deporte extremo. Aquí caminamos por uno de los bosques más bonitos de nuestro viaje, con árboles susurrantes de mil colores y suelos cubiertos de musgo y hojas.
Este país nos ha gustado mucho y nos deja la impresión de que le quedan muchos secretos por mostrar.
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