Nuestro periplo amazónico finalizó en la capital del Amazonas, Manaos. Allí pasamos los cuatro días siguientes de nuestro viaje. El primero de ellos se puede resumir muy rápidamente y es que no salimos del cuarto de baño en todo el día, tras tres meses probando de todo y comiendo en la calle cualquier cosa, sin tener mucho cuidado que digamos, no nos sorprendió y por suerte duró solamente ese día y tuvimos el resto para recorrer esta ciudad.
Sobre Manaos hemos de decir que es una ciudad bastante fea y que como atractivo principal tiene el río que la baña y que además está rodeada de selva. Nosotros decidimos no hacer ninguna de las excursiones que nos propusieron los guías ya que veníamos de zonas menos turísticas y más salvajes.
Tras pasear bastante podemos afirmar que esta ciudad tiene marcados contrastes, desde las bulliciosas y sucias calles cercanas al puerto, hasta la zona más moderna y cosmopolita en Punta Negra, pasando por barrios de chabolas a grandes centros comerciales y el centro de la cultura de la ciudad como es la plaza del Teatro de la Ópera.
Si tuviéramos que recomendar qué hacer aquí, nos decantaríamos por:
Pasear por la ribera del río por la noche en la zona de Punta Negra y disfrutar de una cerveza y un pincho de queso fundido. (Gracias papá por la recomendación).
Buscar por el centro alguno de los pocos edificios coloniales que quedan en pie.
El antiguo edificio del mercado en el puerto es también chulo, pero ya perdió su esencia desde su remodelación hace unos años y ahora se trata de un mercado pulcro y limpio.
Y lo más importante dirigirse al Teatro de la Ópera para consultar los conciertos que ofrecen y asistir a alguno, primero porque o son muy baratos o gratis y porque este edificio tanto por fuera como por dentro es lo más bonito de la ciudad.
Desde allí volamos hasta Foz do Iguassu, con la intención de poder ver las cataratas desde los dos lados (brasileño y argentino) en un solo día, ya que en 36h desde nuestra llegada teníamos otro vuelo a Buenos Aires (el porqué de esto es un poco complicado). Pues bien, resulta que NO se pueden ver las cataratas desde ambos lados en el mismo día debido a que los autobuses tardan en llegar bastante a cada lado, hay que pasar las dos fronteras, y el lado argentino es enooooorme y recorrerlo completamente lleva muchísimo tiempo. Íbamos con la idea de que el lado más bonito es el brasileño, pero aconsejados por los dueños del hostel, brasileños, acabamos yendo al lado argentino, con Raquel refunfuñando por perderse el lado brasileño. Tardamos un montón en llegar: un bus no paró, nos bajamos erróneamente en la frontera brasileña, tuvimos que esperar otro autobús, luego pasar, ahora sí, debidamente, la frontera Argentina, parar en la terminal en Iguazú, cambiar el autobús, y tras otra media hora, por fin llegar a las cataratas.
Es un lugar para pasear durante todo el día, porque además la vegetación que rodea las cataratas es selva. No es sólo que el parque sea grande, sino que lo tienen organizado para que casi no te de tiempo a nada ya que para acceder a los distintos recorridos tienen unos trenes que pasan cada 30 minutos, y en horas punta pueden llenarse sin que quepa toda la gente que está esperando, y además empiezan a restringir el acceso a diferentes áreas una hora y media antes de cerrar el parque. Hay tres trayectos para ver las cataratas desde distintos puntos de vista. El superior llega hasta la Garganta del diablo, donde se puede sentir la furia del agua cayendo al abismo de forma escalofriante. Ésta es la parte de las cataratas que se ve desde el lado brasileño (sólo ésta).
Los otros dos circuitos te llevan a la parte de arriba o de abajo de las cataratas del lado argentino. La verdad, es que si sólo vas al lado brasileño, te pierdes la imponente magnitud de las cataratas, porque sólo se ve un área pequeña, aunque muy caudalosa, y el resto queda tapado a la vista por el propio acantilado que conforma la caída del agua al otro lado. Ya que sólo veríamos este lado, no nos quisimos perder nada, y además de los tres recorridos (merecen todos la pena), hicimos también la aproximación en barca, en la que se hace una pequeña travesía al lado de las cataratas, e incluso ¡debajo!,y que por supuesto te envuelve del agua que viene de todas partes, saliendo del paseíto empapado del todo. Toda una experiencia estar debajo de tantísima agua cayendo.
Las cataratas en sí son impresionantes, un espectáculo. Teníamos un poco de miedo de que nos decepcionaran, pero las disfrutamos con creces. Cada perspectiva tiene un encanto especial, y todas te dejan con la boca abierta. Un acantilado imponente, en forma de amplia herradura, y toneladas de agua precipitándose al vacío, a un todo de agua y vapor de agua que se eleva y mezcla en una copiosa lluvia, creando decenas de arcoíris, grandes, pequeños, enormes, todos preciosos, brillando, destacando de forma vívida sobre esa tromba de blanco, y un rugido ensordecedor, que te hace sentir ínfimo, en este caso, en un mundo maravilloso.
Hola compañeros aventureros, me parece muy linda la experiencia que han hecho, quiero recibir información sobre las empresas de navíos (nombres, pagina web, precios etc) quiero realizar dicha travesía... Agradezco el contacto
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