.

.

martes, 31 de marzo de 2015

Últimos andares por la Patagonia ( El Chaltén y Bariloche)

Finalizamos nuestra estancia en el remoto sur de Argentina despidiéndonos de nuestros nuevos amigos con una exquisita cena hispano-francesa, fue una gran velada y con pena dijimos hasta luego a Lucho, Marine y Norbi (Fede había vuelto al barco).
Después de tantos días "encerrados" en el barco, decidimos volver a la famosa ruta 40 de la Patagonia Argentina y recorrer alguno de los mejores parajes que alberga. 
Llegamos al pequeñísimo pueblo de El Chaltén, dispuestos a conocer el famoso cerro Fitz Roy y recorrer las sendas que llevan hasta él. Por primera vez en todo el viaje tuvimos que posponer las caminatas ya que el tiempo nos lo impidió con fuertes ráfagas de viento, aguanieve, mucho frío y la imposibilidad de ver ninguna de las montañas que nos rodeaban. Pese a pasar dos días atrapados en el hostel, lo pasamos muy bien compartiendo aventuras con un auténtico mochilero como Óscar y los encargados Claudio y Álvaro.

Al tercer día y justo cuando ya nos planteábamos abandonar, el cielo se abrió y amaneció con un azul profundo (aunque por momentos alguna nube cubrió el sol durante la mañana). Las montañas ya se veían desde el pueblo y el espectáculo que nos dejaban entrever nos animó a empezar la larga caminata temprano.
Con ánimo, bocatas y muchas energías emprendimos camino hacía la Laguna de los Tres. Durante los primeros 9 km recorrimos un camino bastante entretenido con espectaculares miradores y densos bosques.



El último kilómetro fue ya otra cosa, las vistas cada vez erán mas impresionantes, pero la dureza fue incrementándose exponencialmente, a la pronunciada pendiente le tuvimos que añadir que el camino estaba casi congelado y nos resbalábamos continuamente. Tras más de 40 minutos de subida llegamos por fin al final del camino y al igual que nos ocurriera en Torres del Paine, las vistas compensaban con creces el esfuerzo. Sobre una gélida laguna, rodeada de un manto de nieve, se alzaban majestuosamente una serie de cerros en los que destacaba el Fitz Roy con sus paredes verticales y su afilado pico.



Si la subida fue dura, la bajada fue aún peor, ya que entre el hielo y la nieve, y la pendiente tan inclinada, hubo ocasiones en las que bajar deslizándonos sentados era la mejor opción. Al final del día estábamos exhaustos pero muy contentos. 
El día siguiente anduvimos hasta la Laguna del cerro Torre. Eran otros 18 km, aunque más sencillos que los de la jornada anterior, y en su mayor parte discurrían entre bosques, siendo un recorrido muy agradable. En la Laguna desembocaba un glaciar, y aún flotaba el hielo que se había ido desprendiendo del mismo. El cerro Torre, detrás, no tenía nada que envidiar a su vecino Fitz Roy, nos dejó impactados con sus afiladas agujas destacando sobre el cielo azul.

Otras caminatas que hicimos, aunque no tan largas y menos imponentes, sí que merece la pena mencionarlas: el mirador de los Buitres y el salto del Chorrillo.
Otras 24 horas en el bus nos sirivieron para llegar a la ciudad de Bariloche conocida por su excelente chocolate y la naturaleza que la rodea.
Como ya volvíamos a tener el cuerpo acostumbrado a andar dedicamos los siguientes días a recorrer el parque natural de Nahuel Huapi. El mirador del Cerro Campanario nos dejó unas vistas de postal, la composición del lugar era casi perfecta, montañas al fondo, y grandes lagos rodeados de bosque a nuestros pies; en ese momento entendimos la insistencia de nuestro amigo Sebastián en que visitáramos esta zona.

Un recorrido que nos agradó fue el circuito chico dentro del mismo parque natural. Durante gran parte de la caminata nos vimos inmersos en bosques milenarios y cada vez que nos acercábamos a un mirador podíamos contemplar alguno de los lagos que nos rodeaban.


Las playas que nos fuimos encontrando en el camino nos sorprendieron y sus cristalinas aguas nos incitaban a darnos un baño para sofocar el calor del día. 


La parte que más nos gustó fue el bosque de Arrayanes, éstos son unos árboles que sólo se pueden encontrar en esta zona de Argentina y sur de Chile, su corteza es de color ocre, casi dorado y al caminar entre ellos con la luz del sol filtrada por sus copas nos dio la impresión de estar en un lugar mágico.
Continuando hacia el norte por la ruta 40, se llega hasta Villa Angostura y San Martín de los Andes, dos pequeñas poblaciones de montaña con edificaciones de madera y flores de todos los colores allá donde fijes la mirada. La carretera, que en este trayecto se denomina ruta de los 7 lagos, serpentea entre montañas y este número de lagos en los que fuimos parando en diferentes miradores. Las vistas que ofrecen, con aguas turquesas reposando bajo las rocosas montañas, son impresionantes. 



2 comentarios:

  1. Hola Miguel,hoy,02 de Abril,conocí vuestro blog,recien estoy comenzando de verlo,pero lo visto aun que muy poco me encantó....os felicito!!Hermosas fotos y relato.
    (Soy Dina,con Héctor nos encontrámos en Puerto Montt).Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar